El cuerpo humano es un milagro, es una máquina precisa que alberga la coordinación perfecta para desatar las reacciones físicas y químicas que necesitamos para cada movimiento, incluso estando dormimos. Pero como toda máquina, nuestro cuerpo necesita de cuidados y mantenimiento.
Como referencia en el instructivo de usuario, no debemos olvidar cumplir con las rutinas de bienestar físico y emocional. El problema es que pocos lo “leemos”; nos parece fácil, obvio, natural, pero no lo ponemos en práctica como es debido, y al final el cuerpo cobra facturas, y en ocasiones, no hay garantía.
La tendencia global vislumbra la salud, tanto física como mental, como uno de los temas que más preocupan a la población en el mundo este año. La pandemia nos enseñó lo importante que es estar sano. Sin embargo, en la práctica, parecemos olvidarlo y malinterpretamos nuestras necesidades individuales para tratar de amoldarnos a recetas de moda, resultando al final en una maquinaria apenas funcional, agotada y frustrada.
Sabemos que hay que dormir bien, pero no dejamos los electrónicos de lado; es indispensable hidratarnos, pero “el refresco también es líquido”; entendemos que una nutrición balanceada es requerida, pero seguimos dietas milagrosas y agresivas; abrazamos (o no) la idea del ejercicio, pero agotamos al cuerpo hasta causarle lesiones; adoptamos la idea de la salud mental, pero ni siquiera nos conocemos; sabemos de la importancia de mantener buenas relaciones, y seguimos optando por un egoísmo tóxico; conocemos los beneficios de la espiritualidad, mientras nos sigue moviendo el dinero.
El milagroso cuerpo humano ejecuta miles de procesos de manera coordinada y simultánea. Al hacer ejercicio el cerebro activa entre otros, los sistemas cardiocirculatorio, respiratorio, hematológico, nervioso, endócrino y renal. La contracción muscular es posible gracias a un proceso de transformación de energía; y éste promueve una mayor irrigación sanguínea, mientras el cuerpo se termorregula. Posterior al ejercicio se segregan: testosterona, adrenalina, cortisol y endorfinas. Como resultado final, el corazón y otros músculos se fortalecen, se eliminan deshechos y estrés, se genera más energía, mejora la memoria, piel, huesos y estado de ánimo.
Bien vale la pena tomarnos un tiempo para entender nuestro cuerpo y saber que, lo que resulta benéfico para uno, no necesariamente ayudará a otro. Hacerlo de manera consciente alimentará de manera mucho más profunda que la física: · Aprender a atendernos, crear rutinas físicas y de bienestar, dedicarnos tiempo y ver hacia adentro, abrazándonos tal cual somos. · Darnos ese espacio en la mañana para vernos al espejo y sonreírnos, bailar, enviarnos el mensaje de que somos importantes. · Hidratarnos con nuestros 8 vasos diarios y escuchar al cuerpo si pide más. · Nutrirnos, disfrutando cada uno de los alimentos que ingerimos, conscientes de los beneficios que nos aportan. · Alimentarnos también con nuestra persona, música o libro favorito. · Buscar la espiritualidad y motivación que nos llene y dé paz. · Escuchar nuestro cuerpo para elegir la rutina de ejercicio ideal. · No olvidemos respirar, aprender a hacerlo de manera profunda para permitir el equilibrio en todos los sistemas. · Cumplamos con los check-ups necesarios y recetémonos risas y espectáculos naturales. · No envenenemos nuestro cuerpo y mente.
Comuniquémonos con nuestra máquina milagrosa, ésta lo va a notar, lo va a creer y va a funcionar mejor que nunca.
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